viernes, 26 de agosto de 2011

C'est fini

Digamos que las cosas, mis cosas o mi natural forma de verlas, no acaban para mal; fue divertido. Disfruté cada trozo de celulosa con palabras extrañas que fui desentrañando para darle una vuelta de tuerca a mi vida y tropezar con la razonable claridad de los que están locos y lo saben, aunque ante ti lo nieguen y perjuren que patas-arriba es como se tiene que ver periféricamente el interior del alma humana.

Un año de continuos altibajos: hoy me lees, hoy me dejás tirado en casa del posible enemigo esperando que éste me abrá y concluya que vos tuviste la razón. Paparruchas, nomás. Hoy me hablás, hoy me ignorás y pretendés ocultar lo que hace cinco días me admitiste a escondidas entre sábanas... Pretendí comprenderte, joven loca tan alocadamente estúpida a veces, pero me dio igual y no lo oculté; Hoy te vas y hoy me volvés a embaucar con un beso, un beso a Manú y no a mí... Pero sé qué Manú no existe y lo que querés de verdad es despedirte gratamente de él y del loco de Horacio para siempre con un cálido beso, un beso en mis labios pero que no es para mí y lo sé aunque no pronunciaras palabra al respecto.

Me alegra porque, hoy, no te despedís de mí a-u-n-q-u-e te marchás tan lejos que deberé imaginar que seguís aquí cuando acabe el verano. Pero para qué, pequeña, para qué alabarte con palabras que no vas a leer, con lugares a los que ni te vas a asomar, con caricias que no vas a catar... Al fin y al cabo ambos nos perdimos en ojos verdes y volvimos a los orígenes de algo que no sabemos.

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