Cuando marcho presiento que lo dejo todo estático, que a mi regreso perdurará el espacio entre la taza y la cucharilla del azúcar, que no variará la mirada que me observa siempre de reojo cuando no se encuentra convencido ante cualquier revelación mía.
Hay pocas cosas que echo de menos, pero siempre se quedará un vacío cuando no tenga oportunidad de ver tu sonrisa debajo de la manta.
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