Las más bellas historias comienzan con la gracia de las amistades que un día separaron los caminos y tras los años, a la vuelta de la esquina, se encontraron con un choque de sonrisas y la ilusión tardía en la mirada; como un fino hilo que se amarra en las dos personas y no las suelta.
Y en ese momento el silencio tornó palabra:
-¡Cuánto cambiamos! Otras lenguas, otras caras, otros perfumes,... Pero, a fin de cuentas, la misma persona de hace tantos años.
(Silencio entre los dos, el hilo que los une tiembla)
-No se equivoque, bonita. A mil leguas dentro de mí quizás sí logre encontrarme. Muchas guerras no-victoriosas me han convertido en algo que no llegaste a conocer. Pero no se asuste, dicen que el alma de las personas no cambia, que gira en sí misma para protegerse de las agresiones de la vida. No se suelte del abrazo, señora (¿o he de referirme a usted todavía como señorita?); no se ponga esa máscara dubitativa. Podríamos intentar ser felices de nuevo.
(Suspira ella)
-Lo más trágico es que sigues teniendo ese olor que me volvía loca. Me vuelve a recorrer el cuerpo la idea de que no estamos haciendo lo correcto. Y sin embargo, parece que estuvieses esperando lo más inevitable de esta vida: Reencontrarnos.
-Si ya nos hemos vuelto a encontrar, mejor perdernos por esa calle de allá. Que suceda lo que usted desee. En su mano nuestro destino.
http://www.youtube.com/watch?v=sb07_VWf6P4
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