Qué descerebrados somos al intentar poseer lo que nunca fue nuestro. Tantas posibilidades de verlo bien y eliges el camino más complicado por tu voluntad, por zanjar de algún modo las cosas sin sentirse herido. Apartando la mirada y aquí paz y después gloria.
Y tanto recelo y tantas cuestiones no sirvieron sólo para consolidar tu actitud de despreocupación que invade cada proteica pestaña de tu rostro y te ciega. Te ciega y me estampa.
La lucha está medio terminada aunque ya se conozcan sus perdedores.
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