Y pretender entender que jamás llegaré a ese extremo tan infactible, a nada tan posible como la colisión intencionada de dos personas: Las mismas dos personas de siempre. Normalmente me suelo decir que es mejor dejarse llevar, pero en estos momentos mis extremidades pesan como rocas y ninguna situación es capaz de ablandar la superficie de mis dedos para acariciar tu espalda sin que me sorprenda como tus omóplatos se convierten en pequeñas colinas a escalar. Y lo curioso es que lo veo, pero no hay ninguna razón por la que lo deba sentir.
Nunca nadie nos envidió. Puede llegar a ser tan difícil esto, por lo que la gente huye sin miramientos a nuestro alrededor.
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