A veces pienso en ti y en todo lo que eras. La mirada limpia entre esas pestañas negras, que todavía hoy por hoy me sigo acordando de ellas al mirar el cableado eléctrico de esta sucia ciudad que tanta distancia consigue excavar entre nosotros.
Tu mirada... con esa chispa verdosa que sólo el sol sabía arrancarte y que enloquecía hasta al borracho de tu padre que a golpes rememoraba los de tu madre.
Dulce y pequeña alma, ¿dónde te metes? ¿qué fue del futuro que planeamos en aquel porche, mientras la luz caía y se encendía en ti la chispa de la vida? No tan verde como cuando aprieta el día, más anaranjada tristeza bordeando la pupila.
Donde escondes la gracia con la que venías a verme a mi casa se encuentra mi inocencia aparcada.
Y si aún me encojo cuando llaman a la puerta es porque la ilusión de que podrías ser (tú) vuelve a encenderse. Cada día con más intensidad.
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