miércoles, 8 de diciembre de 2010

-Desgraciadamente jamás podré encontrarlo.
-¿El qué?
-Lo que estoy buscando...
-Bueno, eso ya lo sé. ¿Me podrías dar una pista más?

Ella deja de mirar el suelo para centrarse en sus ojos marrones. Esta noche no están brillando para ella, brillan interiormente para otra persona. Una sonrisa fugaz cruza su cara de princesa por un momento. Pero no se podría interpretar como felicidad. Esta noche no.
La oscuridad del cielo y su cara pálida ya no le himnotiza. En realidad ella no ha cambiado nada, pero para él ya no es lo mismo. No la necesita para nada en su vida, o eso es lo que quiere pensar. Se cruza de brazos intentando construir una muralla para apartarla de sus pensamientos. Ella lo nota, no sabe en qué momento de las últimas semanas quiso comportarse de esta guisa con ella. Apartarla para que no sufriera, qué estupidez tan estúpida.

-Te estoy buscando a ti. Desde el preciso instante en el que decidiste desaparecer en mí. No consigo deshacerme de todo lo que pasó por mi manos y no supe amarrar. Necesito que vuelvas en muchos sentidos. No hay más.
-...
-Sé que es difícil. No soy capaz de pedir imposibles. Oh... mira, está empezando a llover.

Y sale disparada a la calzada para dar vueltas con los brazos extendidos y los ojos cerrados. Disfrutando del momento.
Él no es capaz de entender nada. Apoyado en la pared en la misma postura desde principio no es capaz de reprimir una sonrisa. No puede negar que si ella no estuviese para alegrarle la vida un poco más no sería capaz de sonreír de esta manera. Se ha comportado como un idiota al intentar ocultarla la verdad.
Ella se acerca empapada y le toma la mano que no tenía escondida.

-¡Venga, vamos!

Esto ya no le hace tanta gracia. Van a acabar empapados.

-¡Oh, vaaaamos! ¿No me vas a conceder el deseo de bailar los dos bajo el diluvio universal?

Las gotas se lanzan desde su pelo hasta sus mejillas. Si ella se pusiese a llorar no sería capaz de notarlo. Ahora sí, sus ojos brillan otra vez para ella y no se ve capaz de negarle algo tan simple. Un momento que duró milésimas de segundo, pero que le hizo detenerse y no huir de ella. Coloca sus brazos en su cintura y ella en sus hombros. Se lo está tomando enserio la condenada...
Al cabo de unos segundos ella se desmonta en una carcajada perfecta que ahuyenta el silencio de la noche. Y él no es capaz de hacer otra cosa que acompañarla entre sonrisas hacia donde se encuentran los demás.

-Sí - dice ella mientras que le agarra de la mano para poder mantener su ritmo.- Son estas cosas las que echaba de menos.
-¡Pero si nunca hemos vivido cosas así!
-Por eso mismo.

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