lunes, 22 de noviembre de 2010

...Ilusa...

Ya es el día. Es 23 de diciembre y me dispongo a llamar a su casa. La caja pesa mucho, menos mal que dentro de poco me voy a deshacer de ella y con todo lo que eso conlleva. Sale por la puerta alegrado de verme y me abraza. Bonita estampa navideña. A lo lejos veo que aparece ella, es como una visión. Se apolla en el marco de la puerta y sonríe, no sospecha nada. La devuelvo la sonrisa. Ahora le observo a él, lo comprendo todo. No hay cabida para mí. Me doy al media vuelta ignorando sus voces, preguntas y peticiones, me entran ganas de llorar y no me niego. Me dirijo a su lugar. Son las 5:30 y está el Sol apunto de estrechar lazos con el horizonte. Me siento y pulso el play. Ahora ya no hay nadie y hace frío. Extiendo mis piernas y dejo que la música dicte mis latidos.

Una mano aferra mi hombro. Apolla su peso en mí para poder sentarse a mi vera y observar la simplicidad de una puesta de Sol. Ha venido. Me quito los cascos expectante. Me mira y veo que me equivoqué, que mi presencia no estorbaba y que a quien estaba esperando era a mí. Qué tonta. Apollo mi cabeza en su hombro y dejo que la vida me sorprenda una vez más.

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