Obligada como estoy, no me queda más camino que el que queda por andar y el que se encuentra debajo de mis suelas desgastadas. Miro arriba, hacia el cielo, y sólo encuentro perfección en una noche sin estrellas iluminada por millones de fragmentos de sueños navideños y llenos de colores. Así es Madrid. Llena de humo, frío, extraños y no tan extraños que son capaces de mantener penetrante duelo de miradas como si siempre hubieran tratado contigo. Música, canciones que siempre acompañan mis pasos por el irregular descenso de las calles. Fotografías para capturar almas y momentos irrepetibles que se guardarán en el papel y permanecerán por los tiempos junto a mí.
Porque esta cuidad me dijo que no hay por qué temer, que en ella se podría encontrar a la persona que me hiciera volar dentro de un tiempo todavía por determinar.
Y bajo la mirada el cielo, ya basta de pensar pequeña. El cielo todavía no está hecho para ti.
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