domingo, 21 de noviembre de 2010

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En días como hoy y en momentos como éste es fácil sentir que todo se desprende lentamente. Ella sostiene su pesada mirada con fiereza. Hoy no puede más. Se deshace de su dura cáscara y se muestra tal y como es, pero esta vez sin resbalar fuera de su ropa. Confiere a sus sentimientos una esencia que se percibe sólo con aguantar sus ojos inóspitos, todavía sin colonizar, sin dueño. Y entre ese momento dialogado se despliega una situación paralela. Se podría decir que se trata de una conversación interna entre ella y algo más sabio y abstracto.

-¿Dulce niña, qué haces esperando a que vuelva?

Mientras le mira a los ojos es capaz de contestarse a sí misma y racionalizar las palabras que le debe de decir para no preocupar a quien esta delante de su cuerpo.

-Sé que aunque no busqué a alguien durante todo este tiempo, estuve esperando. Cuando se cree que ya ha aparecido esa persona y es la elegida no se puede hacer nada. No hay remedio. Esperaría una eternidad y no me importaría nada en absoluto. Si pudiese deshacer todo esto y tratar de olvidar ya no serviría de nada, mi vida no se podría volver a erguir y seguir su ritmo como antaño...
>>Da igual que llegue a conocer a mil personas más. Durante las largas conversaciones en cualquier restaurante en sus ojos empezaría a verle a él y sus recuerdos flotarían en el ambiente. Recalcularía la hora cada segundo, esperando impaciente a que se dieran cuenta de que ellos me importan un bledo y jamás sería capaz de darles algo. Saldría corriendo por la puerta, llegaría a casa y le llamaría. Sería una urgencia tan pura que no sería capaz de contarle qué tal me ha ido la velada ni el motivo de mi llamada. A cambio, le preguntaría que tal está él y esa chica que me presentó hace unas semanas. Y después, silenciosa, dejaría que me engullera la cama y me introduciría dentro de otras vidas de papel. Y creería que estaría haciendo lo correcto, pues no hay mejor forma de esperar que en silencio.

-Alomejor él no quiere ver cómo echas por la borda muchas oportunidades en tu vida de ser feliz por su persona.

-Ando condenada a seguir esperándo a que dentro de unos meses (o incluso años )me vuelva a coger de la mano y me diga: Ahora sí. Vayamos los dos a dar un largo paseo en esta mañana nevada que tanto me gusta.

[...]

Sonríe, él no sabe en qué está pensado en este momento. Se miran. Se reconocen. Pero ella no se distingue. Se va perdiendo lentamente entre las decisiones que él pueda tomar. Vuelve a sonreír. Ella es fuerte, lo sabe, o por lo menos atisba un pequeño grado de ello. El ambiente es pesado y frío, el asfalto desprende humedad petrificante que les hielan los huesos.

-Eres una idiota.

Le enseña el dedo corazón y se va decidida. Entre sonrisas y pequeñas bromas para cortar la delgada tensión que ha podido existir durante la conversación. ''Tú sí que eres un idiota. Y encima tienes la peculiaridad de poder hacerme feliz, lo que nos faltaba.''

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