domingo, 28 de noviembre de 2010

''No hay moral que pueda mantener un secreto; si sus labios permanecen cerrados habla con sus dedos, la traición se filtra por cada poro de su piel.'' Sigmund Freud.

[...]

-¿No comprendes que ya no soy capaz de esperar nada de ti?
-¿Por qué?
-Finge que no lo entiendes, así todo irá como quieres.
-Espera... ¿qué estás haciendo?
-Una locura.- Le sonríe, no espera que le pare los pies.
Empieza a quitarse las botas y el abrigo y se los arroja a la cara.

-Que comience la función.
Le agarra por los hombros y empieza a mecerse lenta. Al ver que no hay reacción se para, se separa y coloca sus rudas manos frías en su cintura con determinación. Vuelve a la posición inicial y eleva los talones para enfrentarse mejor a sus ojos. Sus dedos aguantan todo su peso y siente el frío de la cuidad bajo sus huellas.

-Esto es un duelo- le asegura mientras se mecen al compás de una melodía que sólo ellos son capaces de escuchar.- No me malinterpretes, como te he dicho ya no espero nada de ti. Quiero que te marches, que dejes vacío mi interior. Para que aquellas personas que vengan con intención de conocer mi alma se queden para siempre. No como tú, que absorbiste cada gota de mi esencia y te fuiste.

Siguen con su compás, él no sabe que decir y ella ya se lo ha dicho todo.

-Es el momento de empezar de cero o dejarlo todo. Tú decides.
-Yo...

Lo suelta, y vuelven a la realidad cuando sus finos talones caen al suelo con un sonido sordo. Ya no hay ninguna canción con la que evadirse al compás. Ella vuelve a recoger las cosas que se quedaron metros más allá después de terminar el baile. Y regresa con todo en sus manos mientras intenta abrigarse con lo que puede.

-Ya está tomada la decisión por lo que veo.
Con las botas todavía en la mano se acerca a él y le besa suavemente en la mejilla. Él pudo notar el roce de su suave piel por un instante y el calor de sus poros en la noche de diciembre. No la va a echar de menos, ella será una como tantas otras. Ni siquiera se detendrá a pensar en lo que pierde sin ella. Gira sobre sus pasos, le da la espalda y busca en el bolso. Saca un paquete de cigarrillos y se coloca uno en los labios.

-¿Desde cuándo cojones fumas?
Sin moverse contesta:

-Desde nunca. Adios entonces.
Y todavía descalza emprende su viaje sabe dios dónde. Él supone que irá hacia alguna parada de metro para poder regresar a casa. Ya no le preocupa.

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