lunes, 8 de noviembre de 2010

Llega cansada a causa del largo viaje, con todas sus maletas como si fueran extremidades de su cuerpo. Y las deja caer estrepitosamente. Suspira aliviada. Por fin ha llegado a su nuevo hogar. Vida nueva, pensamiento nuevo y sonrisa preciosa de desahogo. ''Por fin... ¡joder!'' Exclama para sus adentros.
Se dispone perezosa a colocarlo todo mientras que analiza cada rinconcito de la pequeña, pero habitable, planta. Hay lugares que no podrá aprovechar, como aquellas repisas del salón y dos sillas de una habitación. Bueno, ya se hará algo con esos clavos sueltos. Vuelve al lugar donde arrojó sus maletas. Llegó el momento de ponerse a convertir suya esta casa. Arrastra todas las bolsas hasta su nueva habitación y las deja en la cama. Su mano se detiene antes de empezar a deslizar sus dedos por la cremallera. Llaman la puerta.

-¡Voy!- Quiera o no la hacía ilusión. Sería la primera vez que abre la puerta de su nuevo piso de aquel país. Le encanta viajar, no quedarse en un sitio fijo, que nada la atase. Necesitaba despegar los pies del suelo y elegir un nuevo lugar cada cierto tiempo, que podrían ser meses o unos pocos años. Eso nunca era algo que la importara. Pero sí lo era encontrarse con alguien inesperado. - ...

-Hola. Espera, no me cierres todavía. Dame la oportunidad de explicar mi repentina aparición. Sé que no quieres verme, que cuando te marchaste hace tantos años sería por algo. Pero quiero que sepas que sigo esperando tu despedida, que esas cuatro palabras al cabo del tiempo se vaciaron de significado. Lo eras todo para mí, Clara. Lo sigues siendo y en lo más profundo de mí no pude evitar llamar a tu antigua casa y preguntar por ti. Me dijeron que tenías intenciones de regresar pero supe que no, que era mentira, ¿me equivoco? No, no lo creo. Toma, te dejaste esto en casa. Lo tuve bien guardado hasta que conseguí sacar el valor para venir aquí y volver a verte. Guárdalo bien. Podrás escuchar el sonido del mar siempre que quieras, ese que te gustaba tanto prometerme que íbamos a visitar. Pero antes deberás de robarle unas palabras que se colaron dentro. Un beso y deja de llorar. No volveré a molestarte nunca más.

[''Y si el río de mi amor se precipita por fragoso terreno, no importa, no hay río que no se abra paso tarde o temprano hacia el mar.'' Nietzsche.]

Y dejó que el tiempo volase hacia extrañas circunstancias cuando creía conocerse a ella misma.

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