miércoles, 30 de octubre de 2013

Cena para uno.

¿Cómo transgredir la norma que ya no nos dicta la conciencia? 
¿Qué nos hace vulnerables a las palabras que siempre nos negamos a escuchar? 
Detrás de cada acontecimiento la llama se expande o se empequeñece, nos quema o nos enfría haciéndonos partícipes de nuestra propia muerte. Hoy me quedé helada ante la nada. Escoltada por pensamientos que torturaban mi presente y me alejaban de un sueño que a veces dudé si tuve:

"Y detrás de la puerta estaba yo, con un ramo de flores blancas en las manos a juego con el vestido de gasa; los pétalos iban cayendo como los pliegues de ropa sobre mis rodillas. El leve temblor de la impotencia que da el no tener la situación agarrada por los tobillos. Pero sentía que hoy estaba realmente guapa. El aire de mi alrededor se congelaba por momentos y tú no dejabas de tocar el picaporte desde el otro lado, desde otro horizonte, pero nunca lo torcías más de veinte grados. El poder entre cinco dedos ajenos. Jugabas al vaivén de las ilusiones. Detrás estaba yo, necesitando un giro inesperado de muñeca de más de cuarenta y cinco grados que accionase el mecanismo para abrir el portón, apagar el frío y entregar el ramo de flores. Pétalos arrugados entre las manos que no saben cómo contener el equilibrio que un día guardé. Y sonó un chasquido, los ojos abiertos como lunas de la ilusión. Por fin, era el momento. ¿Cómo sería...? 

Y de pronto te das cuenta, los sonidos no se reproducen a tu lado, sino que cada vez lo oyes todo más lejano. Vuelves a ser la puerta no-elegida. Siempre la persona herida."

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