lunes, 2 de junio de 2014

... Ante mí.

Estática forma de mirar.
Los ojos penetrantes se reajustaron a la emoción y se sostuvo el momento como si fuéramos dos expertos alquimistas.
Detrás de las palabras que chocaban contra nuestros dientes queriendo salir al exterior, debajo en todo ese trasfondo, se creaba la identidad de aquellos que saben que el final no es para terminar. Siempre algo más. Esto servirá para comenzar.

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Tú, ahora te desmontas ante mí. Te divides en dos, como dos imágenes refractadas que se separan aún siendo siempre una única persona.
Y tus cuatro ojos me miran, pero sólo un par de ellos me rozan.
Y tus dos bocas me susurran, pero sólo una me besa.
Las cuatro manos, con sus veinte dedos, me tocan. Y sólo diez me agarran y me amarran apartándome son suavidad de la corriente que es el tiempo.
¿Cuándo eres uno y cuándo eres el otro?
Suspirar para darse cuenta que te unes por cordón umbilical a tu propio ser. Que tanto la dualidad como la sutileza de la simpleza son metáforas que hay que desechar.

Y dos sonrisas; sabiendo realmente que son sólo la suma de la tuya con la mía. Tú, la suma de dos personas que tan diferentes se presentan ante mí.

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