sábado, 27 de septiembre de 2014

Hay una voz en el tejado

Hay una voz en el tejado encerrada en una grabadora oxidada.
Hoy en la ciudad llueve, pero yo lo veo todo más claro. Como te dije una vez, nadie se olvida, nadie sale de la memoria. Esto debí haber tenido en cuenta en el momento en el que quise borrarte para siempre, separarte lo máximo de mí. Encerré todos los recuerdos con un lazo de seda e hice el nudo más fuerte que me permitieron mis manos temblorosas. No quería volver a encontrarte en mi monotonía.
Ahora enciendo el cigarro subida a la ventana, asomándome al mundo desde las alturas mientras que veo como las gotas se van arrojando al vacío. No me debes nada, ni yo debiera hacerlo tampoco, pero la gratitud va más allá de todo y ahora me doy cuenta.

Hay una risa colgando de aquella teja. Sé ahora con certeza que es la tuya. Oxidándose en esta mañana lluviosa. Apago el cigarrillo, sonrío, y vuelvo a meter mi mente entre las cuatro paredes que son mi casa. Basta por hoy. Basta de recuerdos. Terminemos con la historia.

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